CORAZONES
ARTIFICIALES.
La
insuficiencia cardiaca congestiva es considerada una verdadera epidemia de los
tiempos modernos. Se estima que en Estados Unidos hay alrededor de 5 millones
de pacientes con esta condición y alrededor de todo el mundo más de 500 mil
casos nuevos se generan anualmente, con una sobreviva global a 5 años de un
50%. En los pacientes con enfermedad más avanzada, la mortalidad a un año
supera el 50%. Lamentablemente, el trasplante cardiaco está lejos de poder
satisfacer la demanda existente. A modo de ejemplo, en Estados Unidos
actualmente se realizan unos 2500 trasplantes cada año, cifra que ha venido descendiendo
en los últimos años, y que claramente es insuficiente. Además, alrededor del
20% de los pacientes enlistados fallece mientras espera un órgano y esta espera
es en promedio de casi un año. Financieramente esta enfermedad tiene un alto
impacto, con un gasto anual estimado entre U$ 10 a 40 mil millones. En el mundo
pediátrico, estas cifras son ciertamente menores, pero el impacto social que
tiene la muerte de niños en espera de un trasplante es muy importante. En Chile
el número de donaciones es todavía insuficiente y pese a los esfuerzos y
campañas realizados por la Corporación del Trasplante, aún muchos potenciales
donantes (pacientes con muerte encefálica) no llegan a constituirse en donantes
efectivos, y muchos de los que sí lo son, no logran obtener un manejo médico
adecuado que permita preservar adecuadamente el corazón para ser utilizado para
trasplante.
Importantes
personalidades del siglo XX visualizaron como grandes proyectos de la humanidad
el poder conquistar el espacio y simultáneamente poder desarrollar un órgano
artificial que permitiera evitar cientos de miles de muertes cada año debidas a
enfermedades del corazón. En 1961 el Presidente John Kennedy estableció la meta
de poner un hombre en la luna y regresarlo sano y salvo a la tierra antes del
fin de la década. Alrededor de esta misma época, su sucesor en la Casa Blanca,
Lindon Johnson, el año 1964, dio inicio al “Programa de Corazón Artificial de
Norteamérica” y también estableció la ambiciosa meta de cumplir esta tarea en
alrededor de 10 años. La persona detrás del presidente Johnson en esta aventura
era el Dr. Michael DeBakey y un ejemplar de la revista TIME del año 1965, con
una caricatura del afamado médico en la portada, dedicó un reportaje al
proyecto del corazón artificial. Hay que recordar que estos acontecimientos
fueron previos al primer trasplante cardiaco, por lo tanto todas las esperanzas
estaban puestas en este proyecto.
TIPOS
DE CORAZÓN ARTIFICIAL
Existen
muchas formas de clasificar estos aparatos, dependiendo de su forma de funcionar (pulsátiles y no pulsátiles), la
duración efectiva de su uso (de corta, mediana y larga duración), si quedan
dentro o fuera del cuerpo (paracorpóreos versus implantables), si reemplazan
totalmente la función del corazón o si asisten la función de uno o ambos
ventrículos.
INDICACIONES
a)
Como puente para transplante cardiaco Constituye la indicación más frecuente.
Pretende evitar que pacientes mueran mientras están en la lista de espera y
además permite mejorar las condiciones generales de pacientes gravemente
comprometidos por la insuficiencia cardiaca y así permitirles enfrentar el
transplante en mejores condiciones.
b)
Como puente para recuperación de función ventricular Existen pacientes que
desarrollan miocarditis aguda, mayoritariamente de origen viral, que pueden
recuperarse y por lo tanto la asistencia ventricular ayuda a mantener al
paciente vivo y en las mejores condiciones posibles, en espera de la
recuperación de una función ventricular normal. Otra indicación es cuando se
produce falla ventricular posterior a una cirugía cardiaca.
c)
Como terapia definitiva Esta indicación es de uso más reciente y busca
prolongar la sobrevida y mejorar la calidad de vida de pacientes con
insuficiencia cardiaca en fase terminal, que no son candidatos a transplante,
principalmente por edad avanzada. Es una
de
las indicaciones que potencialmente podría expandirse en el futuro hacia un
mayor espectro de pacientes.
La
insuficiencia cardiaca congestiva es considerada una verdadera epidemia de los
tiempos modernos. Se estima que en Estados Unidos hay alrededor de 5 millones
de pacientes con esta condición y alrededor de todo el mundo más de 500 mil
casos nuevos se generan anualmente, con una sobreviva global a 5 años de un
50%. En los pacientes con enfermedad más avanzada, la mortalidad a un año
supera el 50%. Lamentablemente, el trasplante cardiaco está lejos de poder
satisfacer la demanda existente. A modo de ejemplo, en Estados Unidos
actualmente se realizan unos 2500 trasplantes cada año, cifra que ha venido
descendiendo en los últimos años, y que claramente es insuficiente. Además, alrededor
del 20% de los pacientes enlistados fallece mientras espera un órgano y esta
espera es en promedio de casi un año. Financieramente esta enfermedad tiene un
alto impacto, con un gasto anual estimado entre U$ 10 a 40 mil millones. En el
mundo pediátrico, estas cifras son ciertamente menores, pero el impacto social
que tiene la muerte de niños en espera de un trasplante es muy importante. En
Chile el número de donaciones es todavía insuficiente y pese a los esfuerzos y
campañas realizados por la Corporación del Trasplante, aún muchos potenciales
donantes (pacientes con muerte encefálica) no llegan a constituirse en donantes
efectivos, y muchos de los que sí lo son, no logran obtener un manejo médico
adecuado que permita preservar adecuadamente el corazón para ser utilizado para
trasplante.
Importantes
personalidades del siglo XX visualizaron como grandes proyectos de la humanidad
el poder conquistar el espacio y simultáneamente poder desarrollar un órgano
artificial que permitiera evitar cientos de miles de muertes cada año debidas a
enfermedades del corazón. En 1961 el Presidente John Kennedy estableció la meta
de poner un hombre en la luna y regresarlo sano y salvo a la tierra antes del
fin de la década. Alrededor de esta misma época, su sucesor en la Casa Blanca,
Lindon Johnson, el año 1964, dio inicio al “Programa de Corazón Artificial de
Norteamérica” y también estableció la ambiciosa meta de cumplir esta tarea en alrededor
de 10 años. La persona detrás del presidente Johnson en esta aventura era el
Dr. Michael DeBakey y un ejemplar de la revista TIME del año 1965, con una
caricatura del afamado médico en la portada, dedicó un reportaje al proyecto
del corazón artificial. Hay que recordar que estos acontecimientos fueron
previos al primer trasplante cardiaco, por lo tanto todas las esperanzas
estaban puestas en este proyecto.
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